Nunca imaginé el poder que tienen los cajeros automáticos en nuestras vidas, y lo que puede llegar a cambiar el humor y pasar de la gloria a la ruina moral y en el bolsillo. Desde hace unas semanas soy la más ferviente admiradora de ellos y una luchadora que intenta mantener alejadas mis tarjetas de cualquier dispositivo móvil.
Después de una noche muy atípica, me disponía a volver a mi burbuja, la mar de feliz y cansada de tanta samba… me detuve en un cajero y vislumbré la miseria…’Tarjeta errónea, acuda a su oficina… Siguiente tarjeta lo mismo…
Yo: cajerito lindo, vengaaa, funciona, no te da pena que tenga que andar más de 5 kilómetros con taconazos de vértigo y un micro vestido de volantes y con el viento en contra? Venga que no puedo despertar a mi familia a estas horas…
Cajerito: lista busca en tu bolso que seguro encuentras algo…
Sí! Tengo 10 euros, con eso me dejan a 2km antes de llegar a ‘Villa R’
Y así fue, cuando vi que el taxímetro marcaba 9.75€ le dije al señor taxista: por favor me bajo aquí…
Pues bien, empecé el domingo con 25 céntimos… Al menos me quedaba la cartilla… que también se bloqueó… Muy fuerte…
En ese momento hubiera deseado un puesto de venta ambulante y vender o subastar mis prendas y/o accesorios, al menos la recaudación hubiera sido un éxito por el modelito que llevaba…
Tengo sed, alguien me regala un aquarius? No tengo dinero.
Sos, una limoznita!
xoxo
Angie R
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